El consumo de azúcar en exceso puede resultar dañino en cualquiera de sus
formas, tales como: sucrosa, fructosa, sacarosa, entre otros. En el caso de
bebidas como refrescos, sólo brinda calorías vacías, lo que contribuye al
aumento de peso, al desequilibro hormonal, a la resistencia a la insulina y a
la diabetes.[1]
El peligro de consumir refrescos, se extiende más allá del incremento en
las calorías, además de consumir grandes cantidades de azúcar que se digieren
rápidamente y jarabe de maíz de alta fructosa que produce un aumento de azúcar
en la sangre, que puede llevar a la inflamación y resistencia de insulina, se
aumenta el riesgo de accidentes cerebrovasculares, enfermedades del corazón,
diabetes, obesidad y cáncer.[2]
Las grandes dosis de fructosa, pueden ser particularmente perjudiciales
para la salud porque pueden causar acumulación de grasa en el vientre, la cual
es metabólicamente tóxica; anomalías en el colesterol, incluyendo triglicéridos
altos y niveles reducidos de HDL (colesterol bueno); y enfermedades del hígado
graso que no están relacionadas con el consumo de alcohol.[3]
El consumo de refrescos también está asociado con síntomas de reflujo
gastroesofágico, cuando el contenido del estómago regresa y causan una sensación
de ardor en el esófago.[4]
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